Sin trastornos no habría muertes, sin complejos no habría imperios. La correcta pronunciación arrastra hacia mí el recuerdo del sonido de la máquina de escribir.
El polvo y su gris son insulsos, el caldo de tu mirada es insípido, la muerte camina y se aleja del destino, cada vez más y más. Cada vez más lejos, allá lejos, la muerte.
Grita mientras rezas si pretendes que alguien te oiga. Si no quieres que te oigan no hables, a menos que lo quieras sea oír tus palabras.
Las palabras son la libertad de ese dios que no existe.
Dios es producto del hombre y el hombre es producto de sí mismo.
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